Las investigaciones recientes sobre la depresión están invalidando la supuesta eficacia de los antidepresivos. De hecho, un tercio de las personas que los consumen no notan el menor beneficio, y a menudo sí notan sus efectos secundarios.
Hasta hace muy poco, la idea imperante entre quienes consideran la depresión como una enfermedad fisiológica era que ésta se asienta en el desequilibrio de la serotonina en el cerebro. Pues bien, ya hay muchos estudios científicos que tiran por tierra esta teoría. No se encuentra tal desequilibrio, por lo tanto, los antidepresivos, basados en el supuesto restablecimiento de tal equilibrio, no funcionan. Lo que funciona es el efecto placebo (ver aquí).
Por añadidura, el consumo de antidepresivos conlleva efectos secundarios nada desdeñables. Se puede ver en «Los antidepresivos aumentan el riesgo de agitación y violencia en voluntarios sanos« y en «¿Por qué los antidepresivos causan más daños que beneficios?».
Las últimas investigaciones ponen la atención en el estrés y la inflamación. Se llegaría a la depresión después de un largo periodo (con frecuencia de inicio en la infancia) de estrés emocional mantenido en el tiempo.
Nuestro mecanismo innato de afrontamiento del estrés nos prepara para luchar o huir ante los peligros, que pueden ser físicos o emocionales, llevando más sangre a los músculos, acelerando el latido cardiaco y la respiración, dilatando las pupilas, erizando el vello, etc., y retira sangre de nuestro sistema digestivo, con el fin de que toda la energía disponible se dirija a afrontar el peligro, o bien huir de él si no es posible afrontarlo.
Además, parece que el sistema inmunológico pone en marcha una respuesta inflamatoria dirigida a reparar las posibles heridas ocasionadas en la lucha/huida. Es decir, estimula la producción de anticuerpos, preparados para acudir al lugar de la posible herida y repararla, lo cual, como es sabido, produciría inflamación en la zona.
Pero si el peligro es de índole psicológica, ni luchamos activamente, ni huimos físicamente, con lo cual no hay descarga de tensión, ni hay un lugar al que dirigir los anticuerpos que quedan en nuestro sistema nervioso y cerebro, inflamándolo. Parece ser que este estado inflamatorio continuado hace entrar al cuerpo, en una fase posterior, en “modo enfermedad” con el fin de proporcionar el reposo necesario para “curar la inflamación”. Este modo enfermedad constituiría el estado depresivo, tal y como se explica en este magnífico documental La noche temática – Depresión, una nueva esperanza.
Por eso, en el ámbito de la medicina integrativa, ya se está recetando Omega 3 (antiinflamatorio, entre otros muchos beneficios) para tratar la depresión. Y también, como dicen en el documental, se está dando mucha importancia al buen estado de la flora intestinal, lugar donde se segregan sustancias que contribuyen al equilibrio del sistema nervioso. Los médicos integrativos recetan probióticos para la flora.
Ni qué decir tiene que es una buena psicoterapia la que arreglará el problema definitivamente, desactivando la fuente de estrés original, lo que dejará de producir inflamación. Una buena terapia cambia nuestro cerebro físicamente.